El viernes por la noche llegamos a Miraflor, a “La Soñada”, la cabaña donde Doña Corina recibe a todo aquel que quiera visitarle. No nos acompaña el buen tiempo, pero el lugar tiene algo que atrapa que descubrimos en la mañana del sábado. Ahí es cuando Doña Corina se suelta y nos va contando algunos trocitos de su vida, su dura vida. Por momentos se emociona, pero enlaza unas anécdotas con otras y nos engancha a su relato. El continuo maltrato por parte de una sociedad patriarcal despiadada, su dura infancia, su casamiento para escapar y luego volver a marcharse de casa, muy a pesar de su marido y salir a alfabetizar “recibí un diploma como una de las mejores alfabetizadoras de Estelí.”. Conseguir acabar su carrera junto a uno de sus hijos, enseñar a leer a su madre. Una vida ligada a la educación y a la lucha por las mujeres. “Queríamos meterle a la gente que tenía que leer”. Su ejemplo es pura solidaridad, sentía que tenía ser libre y el ayudar a aprender a los demás y las ansías por conocer mundo fueron las que le empujaron. Y luego la lucha guerrillera, el hacerse respetar entre las trincheras. El fin de la guerra, las contradicciones del FSLN, “no es fácil estar arriba, pues cuando la jodes se nota mucho más”. Corina tiene mucho que contar y escucharla es fácil, hipnotiza con su conversación. La revolucionaria, la bandolera, la comevacas. Ahora trabaja con las mujeres en diferentes proyectos,(también con los hombres, “siempre al lado de los hombres, no para palmearles la espalda, sino para jalarles las riendas”) desde la iglesia popular, la de base, sin olvidar su cooperativa. Corina es el ejemplo de muchas mujeres nicaragüenses que no solo hicieron la revolución sandinista, sino que también empezaron la revolución por la equidad de género. Y ahí anda luchando todavía, desde su trinchera soñada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario